En qué consiste vuestro proyecto. Cuánto tiempo lleváis con el proyecto en marcha.
Cerveza Bailandera se gestó en un garaje, donde Ana y Clara hacían cerveza para el consumo propio. Cansadas de tener que hacer todos los días muchos kilómetros para ir a trabajar a Madrid, idearon la puesta en marcha de una microcervecería, y buscaron a otra socia, Sara. Posteriormente se incorporaron Carmen y Bea. El nexo era el deseo de encontrar una fórmula para poder trabajar en la Sierra de Madrid, el lugar que habíamos elegido para vivir. Venimos de campos muy diversos, como la arquitectura, el sector audiovisual, la animación sociocultural, la psicología o el periodismo. La cooperativa se constituyó en 2015, tiene su sede en Bustarviejo. Acabamos de mudarnos a una nave industrial con el objetivo de duplicar la producción. Nos importa el resultado de nuestro trabajo y la forma en la que lo hacemos, desde los postulados de la economía social y solidaria, fomentando la responsabilidad con nuestro entorno y con nuestras vidas. Para ello ponemos en valor distintas líneas de trabajo:
Nuestra forma de organización, una cooperativa horizontal formada por cinco mujeres en la que todas somos iguales.
Nuestra concepción del producto, que desarrollamos usando ingredientes ecológicos y fomentando prácticas respetuosas con nuestro entorno, cerrando ciclos, exprimiendo a fondo los recursos que utilizamos y favoreciendo que devuelvan todo su potencial al lugar en que vivimos. Nuestras maltas no sólo configuran la base de nuestras cervezas, sino que, una vez usadas para hacer el mosto base, alimentan a animales y huertas de diversas productoras de nuestro entorno. Nuestra maquinaria es reciclada de otros campos de producción y reconvertida para nuestro trabajo, en una pelea constante para revertir la obsolescencia programada de gran parte de la tecnología que nos rodea.
La búsqueda de la sostenibilidad de la vida, apostando por un modelo de crecimiento que pone a las personas y al planeta en el centro de la actividad. Los cuidados son una parte importante en la política de Bailandera, algo que entendemos como ineludible y vertebrador. Enfermar o cuidar a alguien dependiente es una prioridad frente al trabajo, que se reorganiza en base a estas necesidades.
La adopción de prácticas de intercambio no mediadas exclusivamente por lo monetario, aceptando trueques y fomentando relaciones con otras empresas del sector basadas en la cooperación, y no en la competencia. Realizar cervezas colaborativas con otros obradores es una de nuestras línea de trabajo.
La relación con nuestro entorno, generando alternativas de vida en el ámbito rural, luchando contra la despoblación del campo y el colapso de las ciudades.
Cómo tomasteis la decisión de emprender
Bailandera comenzó su andadura en 2015 a partir del deseo y la necesidad de Clara, Ana y Sara de poder habitar el lugar en el que vivimos, Bustarviejo. Como mucha gente, decidimos dejar la ciudad para buscar otros ritmos, pero la realidad es que cuando tienes profesiones ‘urbanas’, es difícil conseguir buscarte la vida en un entorno rural, y acabas teniendo que bajar a Madrid a diario, comprometiendo la calidad de vida que venías a buscar. Ana y Clara llevaban años haciendo cerveza en su casa, y vieron una oportunidad en intentar convertirlo en un modo de vida.
Qué ha sido lo más difícil. Qué es lo mejor de ser emprendedoras
Los comienzos requirieron de un nivel de trabajo abrumador, más difícil si cabe porque dos de nosotras teníamos niños pequeños, y a veces resultaba muy difícil conciliar, y es doloroso. Ese ha sido uno de los grandes retos, y poco a poco lo vamos consiguiendo. Por otra parte, la mayor hazaña fue transformar una actividad que veníamos haciendo en casa a pequeña escala a un nivel microindustrial.
Lo mejor de ser cooperativistas es no tener jerarquías, la horizontalidad. Aquí todas somos iguales, aunque no hacemos lo mismo, cobramos igual, y nuestra opinión tiene el mismo peso. La cara amarga es que, siendo tu propio proyecto, al final acabas trabajando mucho más, pero, eso sí, con más ilusión.
Habéis contado con el apoyo familiar y redes de amigos/as, o han pensado, están locas, qué atrevidas
El apoyo familiar ha sido determinante, tanto a nivel económico en los orígenes, como de acompañamiento y soporte en todo el proceso.
Qué habéis aprendido en el proceso
El aprendizaje es una constante que se sigue dando día a día. Tanto en los niveles de gestión y organización de un negocio, como en lo personal, sobre nuestras capacidades y límites. También ha habido reafirmación de postulados que ya teníamos, como el hecho de nuestra organización en forma de cooperativa, es un modelo que nos llena y que aporta coherencia entre nuestros ideales y nuestras prácticas.
Qué recomendaríais a otras emprendedoras que están pensado en emprender
Emprender tiene su cara amable, de liderar tu propio proyecto, de poner en práctica tus ilusiones y, en nuestro caso, de romper los esquemas del trabajo asalariado. Pero también es un camino cargado de muchísimo trabajo, autoexigencia, dificultades para poner límites y dejar lugar para el ocio o el descanso. Recomendaríamos que no se subestime esto, y que no se caiga en la idealización. Que emprendan con los pies en la tierra.
Tuvisteis que enfrentaros a más dificultades por el hecho de ser mujer en un sector muy masculinizado
Bueno, a veces hay un poco de paternalismo y condescendencia por parte de clientes o de otros cerveceros, “qué majas, haciendo cerveza”. Pero también mucha fuerza cuando confluyes con otras cerveceras, que cada vez hay más, mucha piña y empoderamiento.
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