La tribu de Frida es una comunidad virtual en torno al feminismo cultural, esa creo que es la definición que más se ajusta con lo que es La tribu. Aunque también es la rememoración de esas tardes de verano en las que mi abuela y sus amigas se sentaban en la puerta de la calle a charlar hasta la madrugada y se sentían mucho menos solas.
En el verano de 2014 encontré una antología poética de Adrienne Rich que hablaba de cómo hasta que no cumplió los 30 años -para entonces ya estaba casada y era madre de tres hijos- no comenzó a escribir lo que de verdad quería escribir. En el prólogo a la antología se cuenta que su carrera, hasta entonces tan prometedora, se vio forzosamente interrumpida por depresiones, accesos de ir, sensación de estar atrapada y sentimientos de culpa. A los 30, dejó a su marido, abandonó la poesía esteticista y desapasionada que había estado escribiendo y comenzó a hablar sobre "el tumulto interior de la mujer que se rebela", ese momento en que decides tomar las riendas y ser tú misma. Escribió el poemario Instantáneas de una nuera al que pertenecen versos como "tu mente ahora, / desmoronándose como una tarta nupcial, / cargada de experiencias inútiles, rica / en sospechas, rumores, fantasías, / rompiéndose bajo el filo cuchillo / de la realidad. En la plenitud de tu vida".
Esos versos de Rich me ayudaron a tirar del hilo y crear un cuarto propio reuniendo a escritoras menos reconocidas o silenciadas. Fue una manera de construir una genealogía propia de la que me sentía huérfana.
Como homenaje a las mujeres de mi familia y a todas esas autoras y mujeres que vinieron antes que yo y pelearon para que mi generación tuviera más libertad, siempre he aspirado a reunir a mujeres de diferentes generaciones en torno a una pequeña hoguera simbólica para contarnos.
En el último editorial de FRIDA hablo de que en Barcelona, un periodista me preguntaba si los encuentros de La tribu son femeninos o feministas porque he reunido a algunas escritoras que, según él, no tienen un discurso feminista. No sé si para que te consideren feminista debes declararte como tal, hay escritoras y mujeres que le temen al término. Y, ¿si el feminismo es, precisamente, algo que muchas escritoras practican sin ser del todo conscientes? La misma Duras llegó a decir en una entrevista que la mujer, en lugar de excluir el silencio o de temer su ambigüedad, engloba su integridad cuando toma la palabra. El origen del lenguaje de las mujeres se encontraba en su soledad. Las mujeres empezaron a hablar solas, con la naturaleza, un lenguaje ancestral.
El nuestro es un feminismo genealógico. ¿Existe eso? Un feminismo de la independencia simbólica, como nos acaba de bautizar María Milagros Rivera Garretas: "referido a la propia genealogía femenina, a la relación intensa con otras y al placer de la búsqueda y la experimentación de la unión interior y con el mundo". Un feminismo desde la experiencia y el encuentro con la otra. Casi treinta años han pasado desde que Duras hablara del silencio de las mujeres y creo que ya es el momento de que sea la mujer la que sienta que debe hablar, que debe contar(se).
¿Nos haces una recomendación literaria para la primavera?
Os hago tres recomendaciones primaverales:
Thérèse e Isabelle (Mármara, 2015) es el relato de dos chicas adolescentes que descubren el sexo entre las paredes de su internado. La de Leduc es una historia feroz y con una prosa descarnada. Thérèse, la narradora, se deja llevar por el deseo y rompe los muros de la carne: "La succioné, la hice retroceder, me puse a cuatro patas, encarnada, desnuda. Entró hasta el esófago. Isabelle parecía más ligera, seguía de cerca el clímax, aprovechaba la inercia. El dedo salía de una nube para adentrarse en otra. Mi ardor se apoderó de Isabelle, un sol enloquecido girando alrededor de mi carne". En 1968 Thérèse e Isabelle sería adaptada al cine por Radley Metzger.
Si alguien le pregunta a Adichie qué es y qué ha sido siempre, ella dirá que narradora. Es fácil verla así: una de esas mujeres antiguas que contaban historias alrededor del fuego. En una conferencia en TED que la autora dio hace algunos años habla de una de las primeras cosas que aprendió en la vida: el peligro de conocer una sola historia, de lo vulnerable e impresionable que se puede llegar a ser si solo se conoce una única historia. Como ella leía libros en los que todos los personajes eran extranjeros, estaba convencida de que en los libros que ella escribiera debía haber extranjeros, nieve y manzanas y no cosas con las que pudiera identificarse.
En "Todos deberíamos ser feministas", la charla en TED que Literatura Random House publicó, Adichie hace una defensa apasionada del feminismo. En Suecia se han distribuido ejemplares entre los estudiantes de 16 años. "Por las historias que he oído, mi bisabuela era feminista. Se escapó de la casa de un hombre con el que no se quería casar y se casó con el hombre que había elegido ella. Cuando sintió que la estaban despojando de sus tierras y sus oportunidades por ser mujer, ella se negó, protestó y denunció la situación. Ella no conocía la palabra ‘feminista'. Pero eso no quiere decir que no fuera feminista. Mucha gente tendría que reivindicar esa palabra."